domingo, marzo 04, 2012

Pukke. Auyn


Continuación de: 
http://tsuzenu.blogspot.com/2010/12/palabras.html 



Era temprano, muy temprano. Las pequeñas piedrecitas golpeaban el cristal mientras Pukke se desperezaba. Se estiró como si nunca lo hubiera hecho y se dirigió hacia la ventana.
Abajo, con un puñado de piedras en una mano, Sunna aguardaba impaciente. Pukke abrió la ventana y ella, susurrando a gritos le apremió a que se preparara y bajase de una vez.
Pukke metió todo lo que creía que iba a necesitar en un zurrón. Entre otras cosas, un tarro de cristal de vidrio blanco y una pequeña manta desgastada que en otros tiempos había lucido un resultón diseño vegetal.
Bajó las escaleras cruzando la casa intentando hacer el mínimo ruido posible y, sabiendo que Tissa se encontraría fuera ocupándose de los animales, se escabulló por las cocinas y metió en el zurrón una hogaza de pan recién hecho y rebuscó para hacerse con un pedazo de queso.
Con todo esto, tan solo quedaba deshacer el camino hasta el piso superior. Una vez allí abrió con cuidado la ventana y comenzó a descender por la planta trepadora que subía pegada a la pared de la casa. En cuestión de escasos segundos de descenso daba un salto para plantar los dos pies en la hierba. Al incorporarse reparó en la malhumorada expresión del rostro de su amiga.

- Pareces un mono cuando haces eso.- le espetó ella.
- Mi abuelo dice que hay estudiosos que afirman que guardamos cierto parentesco con ellos.respondió él, altanero, con los ojos cerrados y el dedo índice señalando al cielo.
- Pues se equivocan. Todo el mundo sabe que los dioses nos hicieron aparte del resto de criaturas. Y en cualquier caso me da lo mismo, tardas demasiado.
-Disculpe mis modales majestad, no debería hacer esperar a una dama de tan alta cuna.- esta vez lo dijo con una media sonrisa pintada en el rostro y una ceja levantada, con un ligero tono que denotaba ironía.
Sunna riendose le dió un empujón. - Venga bobo, que se va a hacer tarde.

Se apresuraron en silencio, aprovechando las ultimas sombras que quedaban de la noche. Llegaron al arroyo con las primeras luces del alba. Agazapados, fueron siguiendo el curso del riachuelo, hasta que encontraron lo que andaban buscando. Sus pequeños rostros se iluminaron, tanto maravillados como literalmente, por la luz que desprendian las mariposas Auyn. Estas mariposas se diferenciaban del resto debido a que solo durante un par de horas antes de que despuntase el sol, sus alas brillaban con luz propia con un tono azulado bastante intenso.
Pukke y Sunna se quedaron durante un buen rato observando cómo batian las alas, revoloteaban y se posaban en los juncos y hierbas altas.

-¿Por qué crees que brillan?- susurro Sunna, temerosa de hablar demasiado alto y espantarlas.
-Mi abuelo me contó una vez por qué.

Hace muchisimo tiempo, antes incluso de que existiera el continente de Varkendra, muy al Este de aquí vivia un gran hechicero. Tenia una hija pequeña, a la que amaba infinitamente y le era muchisimo mas importante que a cualquiera de los multiples secretos que habia desvelado durante su dilatada vida. Esta niña, que se tenia de nombre Auyn, desarrolló un irracional terror a la oscuridad, y era incapaz de dormir a oscuras. Su padre, temiendo que cualquier antorcha o fuego que dejase encendido para acallar los miedos de su hija, se descontrolase y se produjese un incendio, se vio ante un nuevo reto. Al amanecer del segundo dia dió con una solución. El hechicero sabia la devoción de su pequeña por las mariposas. Asique haciendo acopio de su poder y echando mano de los arcanos que conocía, dotó de luz propia a un pequeño grupo de mariposas, y las metió en lamparas de cristal para que no escapasen. Asi su hija podria dormir tranquila a la luz de las mariposas.
Durante un tiempo, la felicidad reinó en el hogar del hechicero. Pero llegó un dia en el que cambió drasticamente su suerte. El hechicero era un hombre envidiado y tenia no pocos enemigos. Uno de ellos descubrió donde vivia con su hija. A sabiendas de que no era rival para el hechicero, éste malnacido quiso herirlo donde probablemente sabia que le dolería. Asi pues, secuestró a la pequeña unas horas antes del amanecer.
El hechicero, al borde de la locura, lleno de ira, rabia y frustración, abandonó todo lo que tenia entre manos, y dedicó sus dias a buscar a su hija y al mezquino desgraciado que se la habia arrebatado. Decidió liberar a las mariposas que habia creado para su hija, y les pidió que le ayudasen a buscarla.

-¿Y qué pasó al final?
-Calla que aun no he acabado.

No se sabe si al final pudo reunirse con su hija o no, o si alcanzó a su enemigo y le dio su merecido. Lo que si conocemos de la historia es que las mariposas acabaron recorriendo miles de kilometros. Y a lo largo de los años se mezclaron con las demas mariposas, y asi fueron apareciendo más como ellas. Siempre se encienden a esas horas y durante tan poco tiempo, por que al haberse mezclado tanto, su sangre se ha diluido y ha perdido parte de su poder. Por eso se llaman mariposas Auyn y por eso se dice que brillan con esa única y peculiar luz.”

-No se si es verdad o no, pero yo voy a quedarme una.- Sentenció Pukke.

Sacó el tarro de cristal del macuto y se acercó poco a poco al grupo de mariposas. Mientras sujetaba el tarro con una mano, con la otra iba rodeando a una de las mariposas para cortarle el paso.
Con un rapido movimiento cubrió a la mariposa con el tarro y acto seguido lo cerró.
Al hacer esto, el resto de mariposas asustadas por los bruscos movimientos de Pukke, salieron volando hacia todas partes iluminando una vez mas el arroyo. Los dos, maravillados, alzaron la vista y una amplia sonrisa se dibujó en sus caras.